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El okupa llegó a pedirle al dueño 2.000 euros a cambio de dejar la casa

Desde primera hora de la mañana carga en el maletero de un coche sus bolsas. Son los objetos que ha ido acumulando desde enero Christian, el último de los okupas en abandonar la segunda de las viviendas adosadas que Antonio Vázquez posee en A Coruña. Por allí está ya el dueño de la casa, emigrante retornado de Venezuela que espera poder alojarse en ella junto a sus hijos. Poco después le entregaba 750 euros con los que conseguía recuperar esta segunda vivienda. La primera había sido desalojada el día anterior.

Así termina la historia de la ocupación de sus dos casas en Eirís. Una historia que Antonio no olvidará: «Cuando vi el estado de todo casi me da una lipotimia y me caigo al suelo. Tengo un enorme disgusto encima, no se lo puede ni imaginar». Junto a Antonio, acude al lugar un cerrajero. «Mañana mismo llamo para que pongan una alarma», afirma el emigrante retornado.

A la una del mediodía, Christian accede a la vivienda de la izquierda, donde Antonio aguarda con manos temblorosas, para consumar la transacción. De un sobre blanco, el anciano saca 750 euros en billetes de 100 y 50. Se los da al joven, de origen colombiano, que se compromete a devolvérselos mes a mes en cuanto encuentre trabajo. Antonio no le cree. «Intenté portarme bien y cuidar de la casa», espeta Christian, que tiene la mano derecha vendada. «Cuando vine en enero, los demás okupas me dijeron que le iban a pagar un alquiler al sobrino de Antonio, pero cuando este vino por aquí, ya vi que eso no era cierto», señala el colombiano, que vivía con su pareja en la casa de la derecha, que a diferencia de la otra ha quedado en un estado aceptable.

El okupa niega haber entrado hasta ahora en la casa donde había marihuana, donde afirma que vivían «tres o cuatro personas». También afirma desconocer que se trapicheaba en la vivienda, pese a que testigos de la zona señalan que «los viernes y sábados aquello se llenaba de coches con gente que paraba, entraba y se iba».

«Al principio, Christian me pidió 2.000 euros para irse», afirma Antonio. El lucense consiguió rebajar esa cantidad a la mitad. «Al final, como ayer -por el lunes- no se pudo marchar, me dijo que no me quería cobrar todo. Que con 750 era suficiente», señala el anciano, que afirma no guardar rencor a esta persona: «Yo siempre me fié de él.

le deseo que le vaya todo lo bien que pueda irle en la vida. Está a tiempo de reflexionar y no estropearlo todo».

Ahora, el joven colombiano se irá a vivir a un piso, que pagará con el dinero que le ha «prestado» Antonio. «En cuanto me recupere del brazo, buscaré un trabajo para poder devolverle 150 euros cada mes», afirma Christian.

En un taxi se fue el último de los okupas de la casa de un Antonio que se siente, ahora, «aliviado». Sobre todo por su hermano ya fallecido, anterior dueño de la vivienda, al que recuerda emocionado: «Estábamos muy unidos». Con un buen puñado de llaves en las manos -las que le había facilitado el cerrajero- abandonaba de nuevo Antonio la casa; ahora con la certeza de que en junio -si no hay imprevistos- sus hijos podrán regresar de Venezuela y comenzar una nueva vida en A Coruña.

Fuente: La Voz de Galicia